Día 10 : De Juanele al rap




La jornada 10 del IX Festival de Poesía en la Escuela comenzó con la Jam de poesía que desde Susurro y Altavoz nos propusieron los poetas Ruth Kaufman y Rodolfo Edwards. Allí algunos poetas, maestros y chicos fueron siguiendo las consignas de escritura de Rodolfo y generando un espacio colectivo de construcción poética.

Con los chicos de la EEST1 pudimos participar desde la lancha escolar Delta F que en ese momento nos estaba llevando hacia la escuela, y saludarnos con muchos queridos amigos que año a año acompañan el festival en escuelas de distintos puntos del país.

Pero el día recién comenzaba y la invitada para el taller de hoy en 1B era justamente la querida Ruth Kaufman que llegó con sus Onomatobellas para leer y escribir con los chicos.



Poco a poco el pizarrón se fue llenando de sonidos y los sonidos se convirtieron en poemas



Ruth lee su poema:



A mitad del otoño
la higuera se cubrió de brevas
verdes todavía el sol las toca
el color brilla
chilla

PRRRRR PRRRRRR

¡Levanta vuelo!
No eran los frutos de la higuera.


y los chicos empiezan a escribir sobre los días de pesca, las noches de las islas , llenas de grillos y ranas.
El tiempo pasa volando.



y pasa también un velero que se llama Tizón, igual que el escritor jujeño que en La casa y el viento dice...

“Siento que la vida es un relámpago, una suma de relámpagos aislados, irregulares e intensos. Y el recuerdo no es más que la busca de esos instantes perdidos”

Queda esta postal para el recuerdo y los bolsillos llenos de poemas que leeremos mañana en la próxima jornada del festival.



Mientras tanto en Córdoba....

Los chicos de la Escuela IPEM 155. Juan José Paso coordinado por Luciana Bedini hicieron un viaje de la poesía de Juanele al rap

Aquí la crónica de Luciana Bedini:



Es septiembre pero todavía hace un poco de frío. Subo al taxi a eso de las ocho y cuarto y llego al cole Juan José Paso. Un par de caras me miran con intriga, son tres chicas que están con las mochilas sobre las faldas sentadas en las escaleras. Hago unas copias en la biblioteca, saludo a la vicedirectora y voy a la sala de videos. Las tres chicas estaban esperando desde las ocho, están ansiosas, como el resto de los chicos que van llegando a la sala. Algunos son de la mañana y otros de la tarde. A las nueve menos veinte arrancamos el taller.
Hacemos un circulo y les cuento sobre el Festival y sobre hacer cosas que nos gustan. Les cuento venia de llevar a mi hijo a su escuela y que de eso también se trata. La poesía y la vida van de la mano. Hablamos de algunos mitos sobre la literatura. El clima es distendido y cada tanto hacemos chistes y nos reímos. Me dicen que les gusta mis pantalones, le cuento que era el que me quedaba limpio. Nos presentamos. Ellos me cuentan que les gusta leer y por qué. Voy hilvanando las opiniones hacia lo placentero y las potencialidades de la lectura y de la escritura. Siento que ellos también hilvanan y van encontrando conexiones entre los comentarios de sus compañeros y sus propias percepciones. Hablamos del “ruido” naturalizado, hacemos un ejercicio en el que deben anotar en forma de lista los sonidos que perciben. Son 5 minutos con el cronómetro de silencio. Luego compartimos la lista y notamos que hay elementos que se repiten y otros que no. Hablamos de la tarea del escritor que, escucha, está atento, traduce en palabras.
Les hablo del agua y mientras, pasamos un cuenco transparente y cada quien toca, mira y comenta algo sobre sus cualidades. Por momentos algunos logran “irse” en el elemento, dejarse atrapar por la transparencia, dejarse hipnotizar. Les pregunto si piensan que el paisaje nos condiciona en nuestras acciones. Jugamos a imaginarnos en contextos como la Puna o Alaska. Convenimos que sí, y entonces les cuento de Juan L. Ortiz. Les digo que soy del litoral y que me crié a dos cuadras del rio. Ellos me preguntan sobre el río. Leemos “Fui al río” y les digo que anoten lo que les parece bello y espantoso del poema. Y luego compartimos. Todos los chicos opinan, uno dice: parece que el poeta se vuelve la naturaleza y ya no distingue. Algo se modifica en nosotros. Sonreímos.  Volvemos a la cualidad del agua. Volvemos a pensarnos en el río una y otra vez, y creo que logramos por un buen rato desplazarnos hacia otro paisaje. Les reparto unos papelitos en donde aparecen palabras relacionadas y los invito a escribir desde lo que les sugiera.
Los chicos encuentran rincones cómodos dentro de la sala de video, casi todos escriben menos dos chicas que se quedaron mirando la hoja. Pasan quince minutos y en ese ínterin registro algunas imágenes: uno de los chicos se puso la capucha, se aisló y no para de escribir. Otro, le lee al compañero lo que va produciendo, otro ensaya como va a cantar lo que escribió.

Volvemos al círculo. Y abrimos el juego a la voz amplificada en el espacio. Ezequiel, de tercer año se sienta al lado mío y me dice que él se ofrece a leer, por si algún compañero le cuesta. Dos chicos prefieren rapear, Adrián hace las bases de beat box. Juanele nos corre, como un rio. Terminamos el taller a las diez y media, los chicos salen al recreo.










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