El Aguante Poesía va a la escuela. Poetas en vivo, escuelas, lectores (Experiencia 2016-2018)

Las amigas de Aguante Poesía de Río Cuarto, recorren en este artículo la experiencia de llevar poesía a las escuelas (o mejor dicho, de despertarla y potenciarla). Lo hacen en Aquelarre revista de Literatura Infantil y Juvenil, de la Maestría de Literatura para niños, de la Facultad de Artes y Humanidades de Rosario, N°7, junio 2019. Y por allí andamos...


Por  Elena Berruti, Cristina Giacobone y Anahí Asquineyer (Río Cuarto, Córdoba)


Este relato de experiencia intenta dar cuenta de lo vivido en el marco del proyecto “El Aguante Poesía va a la escuela”, que se orienta a generar una serie de vinculaciones para dar continuidad a nuestro festival de poesía local en escuelas de la ciudad de Río Cuarto. Como equipo de trabajo, procuramos generar articulaciones que permitieran constituir una trama significativa para las intervenciones a realizar, basadas en la visita de poetas locales a las aulas de escuelas de diversas modalidades y pertenencias territoriales, con los propósitos de animar a la escucha, lectura y escritura creativas de poesía y a la reflexión sobre la misma, entendida no sólo como género literario, sino como práctica socio-cultural y experiencia vital interpeladora respecto de la propia visión de mundo. En este trabajo relatamos cómo llevamos adelante y procuramos potenciar la construcción de una doble urdimbre que conecta a poetas, docentes, estudiantes de las escuelas secundarias y del Profesorado de Letras, así como a otros agentes territoriales e institucionales.
Pero, ¿qué es esto de “llevar” la poesía a la escuela? Una trama de voces y voluntades En una reunión para organizar el trabajo por venir, un compañero dijo: “A ver, la poesía va a la escuela… ¿No es que ya está y desde siempre?” Marcelo tenía razón. La única novedad era que, con este proyecto, la movida del Aguante Poesía iba a la escuela, porque antes no había estado ahí. Iba al encuentro de otros lectores, estudiantes y docentes de escuelas secundarias de la ciudad de Río Cuarto que nos abrieron las puertas de sus aulas. No solamente para recibir la visita de poetas locales: para intercambiar preguntas, experiencias y saberes; para compartir su propia palabra poética, el diálogo y hasta la producción conjunta; para darnos el lugar de interpelarnos mutuamente y hacer que las voces individuales encuentren otros ecos en una construcción colectiva. Vayamos al principio. Ya hace más de doce años, el Aguante Poesía surgió en Río Cuarto como un espacio-tiempo alternativo respecto de las ferias “del libro” articuladas por la lógica mercantilista y respecto también de los eventos académicos como simposios y congresos. 

Nació con la impronta del encuentro horizontal, entre pares que, más allá de cualquier requisito, se sentían convocados en torno de la escritura, la lectura y la escucha de la palabra poética entendida como experiencia y visión de mundo. El Aguante no sólo se sostuvo, sino que creció con el tiempo. A través de los años, los organizadores percibieron que el encuentro no pertenecía en exclusivo a los poetas, sino también a los editores que -a contrapelo de las exigencias del mercado- se preocupaban por alentar la circulación de producciones poéticas y, fundamentalmente, a los lectores, sin los cuales la comunicación poética no se completaría. Y podríamos decir que también creció en el espacio, porque, aunque nunca se celebró fuera de nuestra ciudad, poetas y editores de diversas territorialidades fueron haciendo suyo este espacio de construcción colectiva. 

De ahí el adjetivo de “nacional” con que caracterizamos al encuentro: tanto quienes lo sostienen desde Río Cuarto como quienes se acercan desde otras provincias, año a año, a participar, vivenciándolo como propio. Hasta el año 2016, sin embargo, el Aguante Poesía seguía siendo un espacio en el que la poesía circulaba según pautas más o menos acostumbradas, en la relativa comodidad del diálogo entre escritores, editores y lectores asiduos de poesía. La voluntad de la mesa organizadora del Aguante de sacar a la poesía de sus recintos culturales habituales, para intentar hacer efectiva nuestra convicción acerca de la democratización de la palabra y de las oportunidades de acceso a lo artístico-cultural, fue el punto de partida para gestar este proyecto. A esa voluntad se sumó otro impulso importante. 



Durante el mismo año, recibimos en nuestra ciudad la visita de Alejandra Correa, organizadora, junto a Marisa Negri, del Festival Nacional Poesía en la Escuela, que celebró en septiembre de 2018 su 10ª edición. Poesía en la Escuela constituye una convocatoria anual con presencia territorial diversa, que logra crecer y persistir más allá de las condiciones coyunturales adversas. Lejos de proponer un molde pre-determinado al cual adaptarse, el Festival amalgama un conjunto heterogéneo de prácticas educativas, culturales y artísticas que tienen como centro a la poesía, en las que confluyen educadores, estudiantes, poetas, artistas de otros lenguajes estéticos, bibliotecarios y otros animadores de lectura y escritura. Entrar en contacto con Alejandra y su inspiradora experiencia de gestión cultural nos fue ayudando, también, a dar forma a este proyecto deseado y charlado informalmente por mucho tiempo entre organizadores y participantes de las distintas ediciones del Aguante Poesía. Terminaríamos por llamarlo, en el cruce entre ambas iniciativas, “El Aguante Poesía va a la Escuela”. 

Vincularnos e integrarnos a ambas experiencias, sostenidas en el tiempo y de un alcance nacional, nos resultó motivante para pensar y repensar los modos y fundamentos de nuestras intervenciones. El desafío fue, en el principio, lograr una articulación con los dispositivos nacionales, sincronizada desde nuestro anclaje local. Como parte de ese anclaje, vendrían aún a incorporarse otras voluntades que iban a completar el entramado que sostiene la experiencia y la enriquece desde perspectivas diversas y un estímulo múltiple: se sumaron, por una parte, el visto bueno de la jurisdicción provincial, en lo que atañe al acceso oficial a las escuelas, y la bienvenida a la propuesta por parte del Departamento de Letras de la Universidad Nacional de Río Cuarto, institución nacional y pública en el que las organizadoras ejercemos la docencia. Ello nos permitió involucrar a graduados y estudiantes de Letras -actuales y futuros docentes en el sistema educativo, así como en distintas instancias de educación no formal-, habida cuenta de que sus lugares de trabajo, aulas de Lengua y Literatura, talleres, bibliotecas, pueden ser espacios privilegiados para “hacerle lugar” a la poesía en la escuela. 

El equipo de trabajo se completó, en efecto, con docentes de distintas instituciones que llevan adelante la tarea sostenida y tenaz de incorporar en sus propuestas de enseñanza y de aprendizaje a la poesía en tanto género, práctica discursiva, objeto de exploración, disfrute y creación. 

En ese sentido, los graduados de nuestro Profesorado han constituido en esta propuesta un puente fundamental, concreto y humano, que trasciende cualquier formalidad y fue desafiándonos, edición a edición, a redoblar la apuesta. Las escuelas como territorio para la poesía De lo que se trataba era de efectuar visitas de grupos de poetas locales a escuelas -como instituciones que, más allá de todos los condicionantes que pesan sobre las prácticas cotidianas, poseen un valor simbólico y real fundamental en lo que respecta al acceso a la cultura y la creación de oportunidades para todos-, para no sólo aproximar a los poetas física y simbólicamente al ámbito escolar, sino también desmitificar representaciones ligadas con la tradición, la genialidad, la élite poética, el carácter diferenciado y jerárquico del escritor de poesía, a la vez que cuestionar la pretendida centralidad de una praxis de escritura poética anclada en Buenos Aires y otras grandes ciudades del país, o bien en los autores consagrados en el campo literario. 

Se trataba de propiciar el encuentro, si se quiere, de nuevos lectores con una poesía “viva”: con las reflexiones acerca de la escritura, del trabajo del poeta, de sus compromisos y obstáculos, de su vida cotidiana. Y, por supuesto, de dar centralidad a la palabra: de propiciar el diálogo entre estudiantes, docentes y poetas como sostén de la escucha y el disfrute de poesía. 

En lo que respecta a los criterios para la participación de las escuelas en el proyecto, buscamos atender a una diversidad de modalidades y territorialidades. Si bien nos centramos sobre todo en el nivel secundario, debido a que es allí que los graduados de nuestro Profesorado se desempeñan como docentes, y dimos prioridad, siempre que fuera posible, a escuelas de gestión pública y/o situadas en territorios vulnerados, buscamos incorporar también a escuelas de modalidad especial y de educación de jóvenes y adultos. 


En algunos casos, el nexo con las escuelas fue la articulación con organizaciones sociales con raíz en la educación no formal (ONG, clubes de barrio, bibliotecas populares), que brindaron el espacio para invitar a los estudiantes. Esta decisión fue tomada en el afán de velar por la diversidad y reconociendo el carácter articulador de la trama social que dichas organizaciones poseen, es decir, en una doble acción: de reconocimiento hacia las organizaciones y de búsqueda, por decirlo de alguna manera, de un posible “contagio” en lo que respecta a los modos de abordaje de la palabra y de animación a la lectura en relación con otras modalidades más convencionales que suelen habitar la escuela. Pero, en la mayoría de las instituciones, el puente fueron los docentes. 

Una estrategia de trabajo central que nos dimos como coordinadoras fue la construcción previa de dos colectivos de actores: los conformados por aquellos poetas y profesores que acordaron participar de la experiencia. Hablamos de una construcción porque el vínculo establecido con estos actores trasciende el mero acuerdo de horarios y lugares “de visita”. 

Se trataba de propiciar un acercamiento y organizar la comunicación entre dos lógicas bastante diversas y distantes, como son el mundo de la escuela, y el oficio de los poetas que, en nuestro caso, no implica niveles altos de organicidad, dado que, por ejemplo, casi todos los autores que participaron registran actividades laborales no vinculadas con el hacer cultural, poético o literario. 

Como parte de tal construcción, entre otros aspectos, buscamos poner a disposición de las escuelas material poético e información sobre los poetas participantes, que ayudaron a los docentes y estudiantes a prepararse para el encuentro: a adentrarse en las poéticas, a generar comentarios, a pensar preguntas acerca de las decisiones de la escritura y la labor de los escritores que serían invitados. Así también, se estimuló previamente en los poetas que asistirían a los encuentros en las escuelas el compartir no sólo la lectura de poemas de su propia autoría sino de otros, ya fueran sus compañeros de grupos o talleres literarios, poetas referentes de su poética o, sencillamente, autores de su gusto, con el fin de descentrar (al menos en parte) la figura del Yo del poeta. Con todo ello, la propuesta al afianzarse va construyendo un piso de lecturas en común, un corpus de textos poéticos que implica hacer accesible física y simbólicamente propuestas de poesía: información referida a autores, sus obras e itinerarios de creación. Los equipos que conformamos las organizadoras, con los graduados que nos recibieron en sus escuelas y con aquellos estudiantes del Profesorado que se involucraron en cada territorio, nos ocupamos de desarrollar un trabajo de acompañamiento y monitoreo durante los encuentros. Valoramos esto como un acierto, que facilitó efectuar un ida y vuelta entre lo planeado y lo emergente en cada situación y realizar ajustes necesarios tanto sobre la marcha como para ediciones siguientes.


En el caso de los estudiantes de Letras, procuramos también generar instancias de preparación, para que estuvieran en condiciones de adoptar un rol activo y pertinente durante las acciones en las escuelas, de manera que éstas pudieran constituirse efectivamente en núcleos de aprendizajes y no queden relegadas a observaciones pasivas vividas como tareas extra o de menor valía. Logramos, así, una experiencia muy valorada por los estudiantes del Profesorado, que vieron trasladada su clase fuera de la universidad, al aula de una escuela, y enriquecida en el diálogo intergeneracional y desde distintos lugares sociales, culturales, territoriales. 


El recibimiento en las escuelas, con las particularidades identitarias de cada institución y comunidad, fue muy bueno y causó asombro en los poetas que se sintieron cómodos y bienvenidos de inmediato. Los entramados activados en cada caso, la expectativa con que cada uno de los actores llegaba al encuentro, propiciaron la ocurrencia de situaciones dialógicas interesantes y productivas, tanto en el vínculo afectivo entre los involucrados como en el aprendizaje mutuo, que se construyó bidireccionalmente. Remarcamos la vitalidad de los encuentros, en los que no estuvieron ausentes meriendas, obsequios ni producciones compartidas. En números (que son gente, diálogo, interpelación), participaron de la última edición de la experiencia un total de 15 escuelas y/o territorios u organizaciones, 26 poetas, cerca de 20 docentes. 

La horizontalidad es una marca de las relaciones establecidas. Tal es así que algunos docentes se animaron a compartir con sus estudiantes o con los de otro u otra profe sus propios poemas. Y que entre los “poetas” hay autores locales de reconocida trayectoria, incluso a nivel nacional, pero también jóvenes que están empezando a forjar sus poéticas en espacios de taller, que aún permanecen inéditos o sólo han participado de alguna que otra publicación colectiva. El hincapié está en el vínculo con la palabra: en las lecturas que los llevaron a escribir, en las tensiones de la creación, en el sentido que otorgan a la poesía en su entramado vital, elementos todos que no otorga ni quita ningún reconocimiento. Una nota significativa es que, aunque las actividades no ocurren todas durante el mismo día, por lo que no son estrictamente simultáneas, se desarrollan como una seguidilla, con una cercanía temporal que propicia la percepción de una temporalidad compartida entre poetas, profes y estudiantes de las escuelas que se saben formando parte de una movida común; percepción que otorga a cada encuentro un sentido que lo trasciende a la vez que lo contiene, lo enriquece como parte de una trama más amplia. La posibilidad de generar espacios de encuentro entre estudiantes de distintas instituciones que llevan algunos años de participación en la experiencia es, en este sentido, uno de los desafíos sobre los cuales buscamos avanzar en próximas ediciones.


Durante la primera y segunda edición del proyecto, encontramos que, en aquellos casos en que los docentes sostenían asiduamente prácticas de enseñanza de la poesía en forma previa a la implementación del proyecto, las “visitas” funcionaban como una forma de legitimación y visibilización, facilitando instaurar un circuito comunicativo genuino en el que se receptaban y valoraban las producciones de los estudiantes. Frente al lugar relegado que, en las prescripciones curriculares, la oferta de materiales didácticos y las disposiciones oficiales tiene la poesía frente a otros discursos de mayor “funcionalidad” práctica o frente al dominio de la narrativa, revalorizamos así, la poesía como discurso fundamental para el cultivo de la sensibilidad, la empatía, la propia identidad. En cambio, cuando tal práctica no estaba instalada, la participación en “El Aguante Poesía va a la Escuela” permitía inaugurar la posibilidad de llevar la poesía al aula, frente a temores comunes en los docentes ligados a la supuesta dificultad de la poesía para los lectores jóvenes y a la falta de una formación específicamente centrada en cómo acompañar esa lectura, frente a la ansiedad en torno a cómo generar en el aula de la escuela secundaria el clima y la concentración propicios para la escucha de poesía, y frente a prejuicios en torno de si a los estudiantes les gustaría o no la propuesta. Así, más docentes fueron animándose a incorporar en sus propuestas, unidades didácticas, secuencias o talleres centrados en la poesía. Saberes construidos desde la experiencia.


Durante la experiencia de “El Aguante Poesía va la Escuela”, la poesía estuvo en las aulas. Estuvo en las preguntas, chispeantes, inesperadas, con que los chicos sorprendieron a los poetas en más de una ocasión. Estuvo en los requerimientos, como cuando los estudiantes pedían “un poema de amor” o “uno que hable de nuestra realidad”. Estuvo en el brillo de algunas miradas mientras resonaba por dentro la escucha de algún verso. Estuvo en la voz temblorosa o firme de quien se animaba a compartir su escritura por primera vez. Pero la poesía está, en la escuela, siempre, porque es en la escuela donde, a pesar de todas las dificultades, tiene lugar la pura posibilidad -pura posibilidad que de la palabra materializa la poesía-, eso que, más allá de cualquier condicionante, representan los estudiantes y los docentes que trabajan para acercarles día a día universos de sentido. 

Queda dicho que, en las primeras experiencias, marcaron la diferencia cualitativa aquellos docentes que habían no sólo anunciado el encuentro con poetas, sino que habían realizado junto con sus estudiantes un trabajo previo. Si en algunos casos, éste consistió apenas en informarse e informar acerca del Aguante Poesía, en otros, se construyeron propuestas de lo más variadas que tendían a involucrar a los estudiantes en actividades de sensibilización e inmersión en actos de lectura, comentario e interpretación, así como de escritura poéticas. Había allí muchos saberes circulando, mucho conocimiento construido desde la práctica de dar a leer poesía, de escuchar atentamente a los estudiantes, de buscar y rebuscar el modo de animar la escritura de creación en el aula. Era necesario buscar un espacio para recuperar, revalorizar, poner en común estos saberes docentes y continuar construyendo en forma compartida. Tal es así que, a partir de 2018, incorporamos al proyecto una nueva instancia: dos talleres de animación, reflexión y formación para docentes que serían anfitriones de poetas en sus escuelas. El par de encuentros concretados nos pareció por demás valioso. Fueron instancias para que los docentes integrantes del proyecto nos permitiéramos dejarnos atravesar por la emoción, pasáramos la palabra por el cuerpo, la mirada, la voz. Nadie da lo que no tiene, por lo que nos animamos en relación con la poesía primero, para poder después animar a otros en nuestras aulas: compartimos dinámicas de sensibilización, lectura, comentario y creación poética, proponiendo dispositivos que podrían ser recreados en las aulas con los estudiantes que participarían del proyecto. 

A partir del archivo de fotos que hemos ido construyendo, recuperamos las experiencias de años anteriores, pensamos los agrupamientos, las formas de circulación de la palabra en el aula y en los encuentros, pusimos en común distintos aspectos de las propuestas de trabajo en torno a la poesía implementadas por cada docente. Pusimos en común el valor que cada uno, desde su posición y su lugar de trabajo, le atribuye a la experiencia en el marco general de la construcción del conocimiento y en el abordaje de aprendizajes del área de la lengua y la literatura: diálogos, entrevistas, figuras de autor y lector, géneros literarios, modos de leer. Y, sobre todo, pusimos en palabras el sentido colectivo que tiene, para todos nosotros, un proyecto de estas características. 

Con la impronta de socializar estos saberes, decidimos, entonces, que el cierre -ahora sí, un cierre común- de la propuesta de “El Aguante Poesía va a la escuela” se realizara a través de dos mesas durante la celebración del encuentro Aguante Poesía, como espacio común, que nucleara las distintas perspectivas y experiencias de cada territorio. En esta mesa de reflexión se materializó la experiencia desde la perspectiva de los profes, a quienes solicitamos apreciaciones o valoraciones, reflexiones sobre sus prácticas y las nuestras. Pero eso no era todo. Este proyecto no habría podido pensarse completo si no estuviera presente la palabra de los estudiantes. 

Convocamos, pues, también, en el encuentro, a una mesa de lectura conformada por pequeños y jóvenes poetas, participantes de “El Aguante Poesía va a la escuela”. Con ellos reafirmamos el valor seminal de la palabra poética: en palabras de María José Berdullo, profesora comprometida con el proyecto, en estas oportunidades para la producción interpretativa y escrituraria, los estudiantes “…se animaron a salir a la luz, a encontrar otros pequeños lectores, y salir de la escritura en solitario”. (María José Berdullo, intervención en mesa de experiencias docentes, 11° Encuentro Nacional de Poetas, Editores y Lectores, Aguante Poesía, 29 de diciembre de 2017).

Al final, ¿qué es “El Aguante Poesía en la escuela”? La profesora Julieta Celuci lo dijo mejor que nosotras en uno de los talleres: “Aguante poesía como sostener y acompañar. Como los brazos que respaldan al compañero, a la compañera, a los y las estudiantes. Aguante como tomar la punta del ovillo, aunque esa punta sea la del displacer. Tomar el displacer, y aguantar desde la trinchera de la empatía, del amor, de la lucha inclusiva, abrasadora y abrazadora. El aguante que te entiende, que te escucha, que te invita a descubrir la voz propia, la propia palabra. Y también el aguante que celebra, que se enorgullece con la idea, la respuesta, la iniciativa del/la alumnx, del/la maestrx. Ese festejo hermoso que nace del encuentro, de la fiesta, del sentido construido. El aguante es la pelea constante contra todo lo dado, y la plena esperanza colectiva de buscarle la otra cara a la luna de todas las cosas. El aguante es poesía, como la propia práctica docente. Como la tiza, el pan caliente, el abrazo que sostiene en el dolor y que celebra la alegría. Mis estudiantes viven la poesía de manera natural. Aunque a veces se resistan a la lectura o a la escucha, cuando hablan, cuando escriben, cuando miran, hay poesía. Siempre recuerdo la primera vez que estuve en un aula y una alumna escribió a partir de una consigna un texto en versos. Ella no andaba buscando hacer poesía, pero andaba encontrándola. Ahí estaba, y versaba sobre el silencio de su casa y sobre una ventana por donde el viento entraba. Había verso, casa, ventana y viento. Mucho dolor, soledad e incertidumbre: esa alumna estaba embarazada. Me sobrevino un soplo de imágenes, una implosión de sentidos... Entonces vivencié que la poesía es patrimonio de todas, de todos... Y que la resistencia, el insulto, la insatisfacción que (ojo, esa es otra poética) a veces nos ronda o nos habita, es una punta más del ovillo que tenemos para caminar/tejer/entramar.”  (Julieta Celuci, testimonio en Aguante Poesía en la escuela: 2° taller de sensibilización poética para docentes, 01 de septiembre de 2018). 


LAS AUTORAS


Elena Berruti. Profesora y Licenciada en Lengua y Literatura y Especialista en Docencia Universitaria (Universidad Nacional de Río Cuarto). Docente en las Teorías Literarias I, II y III del Profesorado de Lengua y Literatura del Departamento de Letras de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNRC. Dirijo a tesistas de nuestra licenciatura. Soy coordinadora de talleres literarios desde los años 90, tanto en el marco institucional de nuestra universidad como de manera particular. Integro la movida cultural y artística del Aguante Poesía. Soy poeta y he publicado dos libros en Editorial Cartografías (el tercero está en prensa). Fui directora de UniRío editora, editorial de nuestra universidad, dependiente de Secretaría Académica de Rectorado entre 2011 y 2015. 

Anahí Asquineyer, docente de la Universidad Nacional de Río Cuarto en dos materias de Teoría Literaria, en las que se proponen las primeras herramientas teóricas para leer literatura narrativa, y del Seminario Taller de Práctica Profesional Docente II, en el que se aborda literatura juvenil. Trabajé durante muchos años en la escuela secundario. También trabajo hace años en proyectos de investigación que vinculan literatura argentina, memoria y política. En los últimos cinco años, junto con otros compañeros, he indagado acerca de la literatura sobre Malvinas y la educación literaria en la escuela secundaria. 

Cristina Giacobone, Profesora en Lengua y Literatura por la Universidad Nacional de Río Cuarto. Estoy en los procesos finales de mi tesina de licenciatura, también en la UNRC. Soy docente de la escuela secundaria y del Departamento de Letras, UNRC, en las cátedras Literatura Argentina II y Seminario Taller de Práctica Profesional Docente II, que se orienta al abordaje de la literatura juvenil y las reflexiones sobre su enseñanza escolar. Investigo actualmente sobre las relaciones entre literatura argentina, cultura, política y enseñanza. Juntas, llevamos adelante proyectos de extensión y de prácticas socio-comunitarias a través de los cuales nos proponemos propiciar aproximaciones de niños y jóvenes a la lectura literaria y la escritura creativa, así como generar intercambios y reflexiones en torno a la animación socio-cultural a la lectura y la escritura con docentes de distintas instituciones y con agentes territoriales de bibliotecas populares y otras organizaciones.

Comentarios