Taller poéticas del agua en la BIBLIOTECA SAN GERARDO, ESCUELA FÉLIX FRÍAS DE VILLA ÁNGELA (CHACO) por Norma Cardozo

 


TALLER EN EL MARCO DEL XV FESTIVAL DE POESÍA EN LA ESCUELA "POÉTICAS DEL AGUA".






Estamos participando en este festival poético. Ayer compartimos una tarde muy cálida y agradable. Visualizamos el video:ARTISTAS,cap 6, dedicado a Nicolás García Uriburu (Canal Encuentro). Nos acercamos a su vida y obra.
Nos acompañó en el taller, la prof. Gladis Vitarelli, con quien fuimos recorriendo las obras de García Uriburu.
También recibimos a Nora Rosario Torres con una alumna del Prof. en Lengua y literatura del Instituto de Nivel Superior de Villa Ángela.
Un hermoso encuentro alrededor del arte, la pintura y la literatura, y sus poéticas del agua.
En torno de esta cita de Nicolás García Uriburu: "Las acciones de coloración del agua eran en defensa del agua para que dejaran de ser contaminadas", cerramos el encuentro leyendo Pelos de Ema Wolf:
—¡Oh, madre! ¡Me ha salido un pelo! —dijo el pequeño surubí.
En efecto, una mañana de junio de mil novecientos y pico, un jovencísimo surubí que nadaba como todos los días en el Río de la Plata se descubrió un pelo en la cabeza.
La madre se sorprendió bastante porque —ya se sabe— los peces no tienen pelos. Pero como hacen todas las madres, enseguida lo mandó a peinarse y listo.
Así empezó la mayor rareza de la historia peluda y acuática.
Porque ese pelo era apenas el principio de muchos otros pelos que vendrían. Y no sólo para el surubí, sino para todos los demás peces del río.
La causa era bien simple:
El marinero de un remolcador había volcado en el agua, por accidente, un frasco de tónico capilar.
El pobre ni se imaginó las novedades que eso iba a producir en el fondo del río.
A los sábalos les salió una melena enrulada. A los dorados, una cabellera larga y lacia.
Los patíes y los pejerreyes empezaron a peinarse con flequillo. Al principio se sentían raros con la nueva facha, pero después todo el mundo estaba encantado con sus pelos.
Las hijas más chicas de una familia de dientudos salían de paseo con trenzas.
Las palometas y las viejas se hicieron la permanente.
Nadie hablaba de otra cosa.
—¡Qué bien te queda el brushing, Ernestina! —le decía una boga a su amiga—. Yo hoy tengo el pelo horrible con tanta humedad.
Y también:
—¡Papá, quedé ciego!
—No, nene. Es el pelo que no te deja ver —protestaba el pacú-Ñata—, ¿a este chico lo dejan entrar así a la escuela?
En cada esquina había una peluquería. Y en cada peluquería los peces se ondulaban, se alisaban, se cortaban, se estiraban, se teñían, se afeitaban, todo mientras leían revistas.
Entre los juncos crecieron grandes fábricas de peines, peinetas y gorras de baño; de champúes y fijadores; de vinchas, hebillas y secadores de pelo.
Pero nada dura en esta vida…
Y un día todo terminó como había empezado.
Una señora que volvía del Delta en una lancha colectivo dejó caer en el agua un frasco de crema para depilarse. Destapado, el frasco. Y así fue como los hermosos pelos empezaron a desprenderse de las cabezas.
Primero vinieron las calvicies y, poco a poco, avanzó la peladez.
El disgusto de los peces fue enorme. Era lógico: habituados ya a sus melenas, se veían feos sin ellas.
Y no había peluca que parara semejante desastre.
Muchos, para disimular, se raparon la cabeza y se hicieron punkies o cantantes de rock pesado.
El único que conservó restos de la era pelosa fue el bagre, que aún hoy tiene bigotes.
Así, los peces volvieron a ser como han sido siempre: calvos como huevos.
Pero todavía hoy siguen sin entender qué les pasó y por qué los pelos son cosas que aparecen y desaparecen tan locamente.
Por eso, para evitarles problemas, es mejor no tirar cosas raras al río.
GRACIAS: Ruben Ramirez, Ivana Pelozo y sus bibliotecarias, Gladis Vitarelli Nora Rosario Torres Nora Del Carmen Mendizabal Norma Villa Graciela Vegaferroglio Juana Inés Ruiz Diaz
EL PRÓXIMO MARTES CONTINUAMOS CON POÉTICAS DEL AGUA.
Les comparto, también, otros textos motivados por el agua, escritos por los talleristas.









GOTITA

Agüita que lavas todo,

que hasta las piedras rompés,

lava mi corazón

que se ha roto otra vez



Retacito a retacito,

Vete juntándolo bien,

Que, con una puntadita,

Pueda volver a nacer



Gotitas de agua clara,

Que hoy volviste a caer,

Lava también ya mí alma

Para que vuelva a crecer



Gotitas de agua clara,

Que hoy volviste a caer.

ROSA RIVERO






Llueve en esta tarde fría

Alfonsina camina hacia el mar

Llueve y sus pies se mojan

sus huellas marcan la blanda arena.



Llueve, piensa Alfonsina

Niña, mujer, amante…

Niña, lluvia, mojando sus trenzas

Mujer, lluvia, mojando su cuerpo desnudo con él

Amante, lluvia, mojando los engaños cálidos y helados.



Lluvia que te nombra

En esa canción, Alfonsina, y tu mar.



Mar, amor

Mar, tristezas y angustias

Mar, pasado y presente.



Lluvia persistente y tenaz

Lluvia en tus pensamientos y letras

Lluvia en tus saladas lágrimas.



Ya cesa la lluvia,

Alfonsina duerme junto al mar.

Silencio, no la despiertes, lluvia,

Déjala dormir arrullada

por las olas del mar.

NORMA VILLA




LLUVIA… se le dice al agua que cae

de las nubes blancas,

de las nubes negras,

en la noche oscura y en el blanco día,

en la tarde tibia, dura de sequía,

o en el desamparo de las noches frías.

Cuando cae la lluvia…

abrimos el suave y amable silencio

y por las ventanas miramos los días

en que aquellos niños reían alegres

bajo la gotera…

mientras los muchachos del barrio

aullaban felices sus gritos de guerra.

Vino aquella lluvia

sobre los follajes espesos de polvo,

sobre la gramilla mustia y amarilla,

sobre los tostados hombros de la aldea,

a lavar la espera desesperanzada.

Ciclos repetidos, pasaron los años,

y vino otra lluvia

dura de cristales en chisporroteo:

desde la ventana miramos

el largo tañer del granizo

sobre las techumbres y el pálido patio.

El cielo cuarteado cayó sobre el mundo

y los otros niños guardaron despojos

de aquel cataclismo.

Ahora… cada lluvia trae algún recuerdo:

la risa,

el asombro,

la vida que anduvo bajo el aguacero.

Gregoria Leiva



LLUVIA

Ay lluvia, lluvia.

Escenario perfecto, me enamora,

me aísla entre cortinas de titilantes gotas

Allí, sólo pienso en ella,

En ella que no está.

Treparme en lianas quisiera

por esos hilos de lluvia,

llegar a lo más alto,

divisarla y, cual bombero,

deslizarme por un caño de gotas hacia su encuentro,

temblando de frío para disimular mi adrenalina

vibrante, incontenible ante su figura.

Escucharte con ella,

ya no son gotas tras gotas,

son latidos tras latidos

hasta que susurras en llovizna

entumeciendo tu cabeza

entre mis brazos, tu abrigo.

Rubén Ramírez

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