“Bichos de Luz” en el 16 festival de Poesía en la Escuela Escuela 7 “Juana Manso” de Chivilcoy (por Valeria Uhart)
“Bichos de Luz” en el 16 festival de Poesía en la Escuela.
Desde la Escuela 7 “Juana Manso” de Chivilcoy.
Llegamos a la escuela y nos estaba esperando la bibliotecaria. Tocó un día hermoso. Preparamos
el lugar, hicimos espacio en la biblioteca. Esto no me parece un detalle menor, sino esencial: hacer
lugar al encuentro, en este caso, con la poesía, con el juego: con el juego de la poesía. “Abrazar la
vida” era la consigna de este XVI festival de “Poesía en la escuela”, una movida hermosa que
convida a encontrarnos y compartir la palabra en un ámbito privilegiado: la escuela. Nos sumamos
desde Chivilcoy, con primero y segundo grado de la escuela Número 7 “Juana Manso”. Muchas
gracias por hacernos un lugar, al Festival y a la Escuela.
La propuesta fue de un taller lúdico y expresivo de poesía basado en “Bichos de Luz”, un
libro/objeto de poesía para jugar: una cajita con los poemas sueltos en su interior, papeles que
pueden leerse al azar; hay también, papeles en blanco, enrollados como si fueran fósforos, que
invitan a los chiquis a escribir/dibujar a partir de lo que les resuene, a encontrar las propias
maneras de expresarse. Esa es la “chispa”, y a eso apuntamos.
Nos sentamos en ronda, les conté de “Poesía en la escuela”, un festival que se hace en lugares
diferentes del país, fuimos nombrando, ellos nombraban, diferentes lugares de Argentina: pueblos,
ciudades, “el lugar donde vive la abuela”, “la playa a la que fuimos de vacaciones”, “el pueblo de mi
primo”; ahí se empezó a delinear un primer mapa. Después, les pregunté qué era para ellos la
poesía: “la poesía es para leer”, “es para escribir”, “hay rimas en la poesía” “También historias”
“Emociones” “La poesía es para compartir”. Primero y segundo grado: en estas palabras, se iba
enhebrando un tesoro.
Fuimos leyendo algunos poemas y jugando con el ritmo de las palabras. Algunos nos llevaron a la
música ya que son, también canción, canciones que hacemos rodar con Maxi, mi compañero en
Silbamundos y en la vida. Cantamos junto a los chiquis, y después, a partir de un poema que invita
a construir un tesoro, convidamos a trabajar en grupos con recursos plásticos para transformar una
caja de cartón en un cofre del tesoro. A esto le siguió un momento de dibujo y escritura a partir de
pensar qué guardaría cada uno. Cosas valiosas, que les hicieran bien. Y aparecieron los dibujos,
las palabras...
Después, la invitación fue a que, con esas palabras, jugaran a hacer poemas en voz alta. Ellos
decían, yo anotaba y volvía a leer al grupo. Este momento resuena en mí como el más valioso, el
más chispeante: cuando los chiquis tomaron la palabra. Intenso, hermoso.
Transcribo algunos de los poemas que surgieron:
Los caballos se van
al lago
y yo
me quedo sin caballos.
Con el arco iris
los días llueven
y sin el arco iris
los días pierden.
Las fotos
viajan
por el pensamiento.
Un día viajé a la playa
y me saqué una foto
y la guardé
en un cofre del tesoro.
No más pena
No más caídos
No más “lloros”.
Amor, corazón, abrazos.
Cuando me dictaron este último poema, escuché mal y anoté “llanto”; al releer el poema en voz
alta, el autor (de primer grado) me corrigió: no llanto, lloro, no más “lloros”. Me pareció maravilloso,
un diamante. Cuánto pueden enseñarnos los chiquis sobre poesía, y sobre tantas cosas, si nos
detenemos a escuchar.
Recuerdo que mi abuela me decía “tesoro”; ella era una “abuela cuentacuentos”, parte de ese
movimiento que genera condiciones de juego y encuentro entre distintas generaciones alrededor
de la fiesta de la palabra. Qué necesario en estos tiempos: generar espacios para el encuentro, la
escucha y la creación compartida, para delinear juntxs posibles mapas del tesoro.
Gracias inmensas “Poesía en la escuela” y Escuela 7…
Valeria Uhart
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