Crónicas del II Festival: Gisela Galimi


los chicos de la Escuela de Estética de Morón
reversionando a Marosa di Giorgio 

Marosa para Marisa o borom bobom bom borom bom bom, voy a Morón, voy a Morón.

A mis alumnos les enseño que una crónica es un relato cronológico de los hechos. Es decir algo que empieza por el principio y termina por el fin. Cosa que no siempre pasa con la poesía. Pero como este textito se la da de crónica empezaré por el principio engorroso de mi viaje a Morón. Para empezar pensé que me habían dejado. Llegué temprano a la cita con Marisa, pero de golpe me pareció tarde porque el portero del colegio 1 me dijo que se habían ido hace media hora. Y tengo la suficiente edad para saber que se puede llegar tarde aún llegando temprano, bueno, me puse a llamar a todo el mundo, a considerar que el universo era antipoético y que sé yo que cosas. Pero tenia los poemas de Marosa conmigo y como en los poemas de Marosa pasa de todo –un hombre de tamaño natural sale debajo de las alas de una mariposa- entonces pasó Alejo y me dijo que todos estaban en el bar de al lado. Allí fuimos, Marosa y yo, en busca de Marisa mariposa y sus alas que nos cobijaran. Estaba. El que no llegaba, otra vez lo inasible, era el remise y cuando llegó era tan tranquilo que fue como si no hubiera llegado. Entonces tras remar al remisero, la autopista y otras yerbas, llegamos. Y bajé con Marosa, Marisa, Javier, el cartel, mis afiches, el sol de la tarde y el remisero no bajó, porque es de los que no se bajan.

Se abrieron a continuación las puertas de un mundo pequeño. La maestra me presentó a los niños de seis años. “Quieren saber que hace un poeta” me tiró y yo, afiches de colores en una mano, Marosa en otra, acerté a decir, “lo mismo que todos….nos levantamos, hacemos el desayuno, llevamos a los hijos al colegio y…bueno, lo único raro que hacemos es jugar con las palabras”. Ahí nomás empezó la función: boron bom bon, boron bom bon, vine a Morón, vine a Morón. Y debajo de las alas leves de los versos de Marosa de golpe había media docena de niñitos con los ojos abiertos y las mentes palpitantes. La rubiecita de las trenzas se asustó con ese verso que hablaba de las trenzas que se caen, tanto como se alegró su compañero cuando el verso siguiente tiraba la falda. Leímos, pedimos versos prestados, escribimos con ellos. Para el de gorra al revés, un corazón de piedra era lo que se le ponía con el enojo con su hermano, para otra los secretos jamás se cuentan por eso ella no iba a contar nunca eso de que…y para la tercera un poema le sonó a pesadilla y terminó contando la película de terror de pinocho asesino. Me dejé llevar, como hago con los versos, como intento hacerlo con la vida y terminamos tirados en el patio escribiendo poemas rojos y amarillos. Antes y después todo fue muy hermoso, cálido, fraternal, organizado, auténtico. Pero el momento de la verdad fue este. El espacio en que los niños me dejaron entrar en su corazón (borom bon bom) gracias a Marosa, de la mano de Marisa.

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