La conquista de una libertad, por María Antonia Zaragoza


El viernes 15 de setiembre fue una fiesta. La invitada: la poesía. Como muchas veces durante 32 años de trabajo en el Nivel Inicial llegué a la puerta de un jardín. Por la mañana al Jardín de Infantes 903 de Monte Hermoso, recientemente inaugurado y por la tarde al 901, donde trabajé durante 28 años. Llevaba un morral con libros muy queridos, un PUP (pequeño universo poético) y un susurrador violeta, en homenaje a mi maestra Mirta Colángelo.


En el Jardín 903 me esperaban la directora, las maestras, los chicos y las chicas con espacios intervenidos para leer, recitar, susurrar. Habían preparado sus PUP, instalado susurradores fijos en el patio, alfombras, almohadones y un sector para leer.

Con los PUP en mano recorrimos el jardín recitando poemas, cobijando a niños y niñas que guarecían bajo las palabras. Los llamamos taxis o colectivos literarios.

Por la tarde la visita fue al 901. La primera intervención, en sala de cinco.

Lugones había presentido: el verso libre quiere decir, como su nombre lo indica, una cosa sencilla y grande: la conquista de una libertad. Con los versos de “Donde nace la noche”  los chicos y chicas de la sala azul imaginaron huellas de escarabajos en la arena, chicharras que abren la noche, la luna que se destaca del lucero, planetas azules, rojos, a rayas, con anillos. Un escenario cotidiano de nuestro mar transformado por la fuerza de una voz poética. Servido por mis labios, mi sonido que circuló esa tarde y quedará visitándolos cada vez que la maestra abra y lea el bello libro de poemas escrito por Laura Forchetti, ilustrado por María Elina.


Devino lo leve, lo suave. Los susurradores en el patio esperaban ese zapping hacia otro canal, como dice Alicia Genovese, un corte de ruta frente a una economía comunicacional, que exige ciertas reglas de reposición, un dispositivo fuera de cuya retórica acosa el fantasma del exilio que es la poesía. El codo de PVC, intervenido con colores y dibujos se ha convertido en ese dispositivo mágico. Inmóviles, la oreja en el otro extremo del susurrador de a uno van pasando y esperan su turno al que le recito poemas de Roberta Iannamico, William Carlos Williams, Jorge Luján, María Teresa Andruetto y también los que conocen a través de su maestra: los de Laura Devetach, María Elena Walsh, Mirta Golberg.
María Antonia Zaragoza
Monte Hermoso
Setiembre 2017

                               

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