¡ Bienvenidxs María José Echenique, Lucas Tejerina y Alejandro Arriaga, al X Festival en Santiago del Estero y Traslasierra!



MARÍA JOSÉ ECHENIQUE


Como una bestia de sed muy lenta
se hunde el paisaje
en el río Panaholma.
Hemos detenido la marcha.
Olvidamos la yerba.
Solo estamos para mirar.

Si deambularán los peces por las ventanas de las casas,
si se harán raíces las copas,
si las colas de zorro barren
las cuevas del cielo
en lo hondo,
no lo sabemos.

No alcanzamos aun
eso tan lejano.

Para nosotros
es el reflejo
ahora.

El lugar y la hora justa
de la posibilidad.

No el cómo, sino el cuándo.
No el qué, sino el dónde.
Siempre el cuánto.

¡Cuánta respuesta
clara de la tarde
a nuestro aparecernos
de la nada!

A este solo venir
a vernos.
  
De “El cuerpo para recordar” (inédito)

María José Echenique (San Francisco, Pcia. de Cba, 1976). Creció en Balnearia, estudió Letras en Córdoba, trabajó como redactora editorial y docente de nivel medio y terciario y desde los 21 años coordina talleres literarios para niños, jóvenes y adultos. Desde el año 2000 reside en el Valle de Traslasierra, donde ha editado las revistas literarias “La mano que mece la pluma” y “Esqueletra Mayúscula”, como así también participado en proyectos de promoción de lectura, bibliotecas ambulantes en escuelas rurales y recuperación/recopilación de historias orales en las sierras. En el 2010 fundó junto a Celina Mackern La Cuentería Taller Editorial, en la que realizan libros y juegos en formatos artesanales. En la actualidad está preparando la edición del poemario “El cuerpo para recordar”. Publicó: Calle de arena mojada (La Cuentería, 2010), Viaje por el Valle de Tras-la-Tierra (La Cuentería 2011 y Ecoval 2015). Rimando con Michilagato Rimatto (La Cuentería 2012 y Ecoval 2015), Sensible y El Niño del Viento Blanco (La Cuentería, 2013), Mesa de abuela y Mesa de Cumpleaños (La Cuentería, 2014), Nunca nacido un sábado (Felicita Cartonera 2011 y Avagata Kartonera 2016, Paraguay), Semilla Remota (autoedición, con fotografías de Luisina Zitelli, 2017 y Ediciones La Cleta, 2017).


·          
LUCAS TEJERINA
          
Acaba de pasar Walt Whitman subido a un Rastrojero.
Acaba de pasar envuelto por quesos, huevos
y aceite adulterado que el mismo rebaja.

Nadie lo ha visto de norte a sur en estos campos.
Con figura de barril gasolinero
ensancha sus productos,
los envuelve en su cadencia,
los estira, los malgasta,
y el Rastrojero marcha.
La mole del instinto frena, acelera y derrapa.

Envuelto por quesos y salames,
va parado en la cúpula de un Rastrojero vencido,
gritando con voz de pozo petrolero,
eligiendo las palabras apropiadas
para vender aceite, huevos y salames.
Debería ser poeta Walt Whitman, debería intentarlo.

Algo metafísico este Rastrojero,
un Dios -Diesel que acelera disparos
en el rostro del tiempo,
 a 38 km. por hora, barbudo y callado,
quijotesco.

Con 200 litros de garganta,
como si olvidara que tiene el corazón
de un solo latido,
Walt Whitman, un cosmos, el hijo de Manhattan,*
subido a un Rastrojero
vende huevos, quesos, salames,
y engorda un salario de flatulenta metáfora.

Nadie los ha visto de sur a norte en estos campos.
Nadie.
Y ésa es la gracia.

Del libro “Canto a mí mismo” de W. Whitman



Lucas Tejerina.  (Bell Ville, Pcia. de Córdoba, 1974). Libros autopublicados: “Provincia Tristeza” (2002), “Escritos cuarteteros” (2006), “Árbol de Nísperos” (2007), “Campo” (2008), “El Ciclista” (2013), “Un Viaje” (2014), “El Perdido” (2015), “El Error de la Vida” (2016). Libros Publicados: “Vuelve”, Editorial Caballo Negro (2009), “Historia de Amor”, Textos de Cartón Editorial (2010), “Cuarteto Bolche”, Editorial Umas (2016), “Automotrices”, Editorial La Creciente, (2005) y Caballo Negro (2017), “El Ciclista”, Ediciones La Cleta  (2017). De próxima aparición: “Escritos cuarteteros”, No Editorial y “Campo” y “Árbol de Nísperos”, Editorial Postales Japonesas.

          
ALEJANDRO ARRIAGA


La del centro es la palabra.
Los apellidos son adornos.
Lo que nace no muere, estalla, salpica.
Esta palabra no es mía,
con esta misma
Escudero separó los Andes,
construyó otro lugar
un lugar de belleza inapelable.
Pero la palabra no era de él.
La fundó Moyano golpeando un timbal.
Gatica la alimentó como a bicho hambriento,
la amigó con los poceros y leñadores,
la usó como bálsamo de la muerte niña.
Carmona fue tierna con el desierto áspero.
Esteban Agüero se la presentó a los pájaros.
Ellos volaron alrededor de un árbol milenario
y el árbol dejó caer la palabra sobre la boca de Osvaldo Guevara
que dibujó sonriente un sapo cantarín.
Y José Luís Aguirre tradujo la esperanza con tonada de amor, de alegría nueva,
la alegría de mañana, que no es de él, ni de nadie.
El Joel puso el dolor de la palabra a parir hermanos para siempre.
Una palabra apagó el alcohol de Bustriazo
mientras encendía la cordura de Atahualpa.
La del centro es la palabra.
Los apellidos son adornos.
Los que esperan no tienen nombre.
Los subestimados siempre te arrebatan la palabra.
La palabra estalla, salpica,
no espera a los editores,
no espera nada
Está ahí, estallando ahora, en la cara chayada del verano,
en el cuerpo de Vicente Luy cayendo de un séptimo piso.
La palabra está salpicando a todos.
No es mezquina, los hombres tienen ese don.
La palabra no es de los poetas.
Deberíamos terminar siempre
dando las gracias
y empezar ya
sin pedir permiso.


Alejandro Arriaga nació en Mina Clavero en julio de 1987, es gestor independiente de distintos proyectos radiales, gráficos y virtuales. Se Licenció en Letras Modernas de la UNC y ejerce la docencia superior y media en escuelas rurales de Traslasierra. Editó cuatro poemarios: (Ninguno) (Llanto de mudo, 2006), Elefantes de piedra (Llanto de mudo, 2007) Te amé para ver (La Bruma, 2016) y Una palabra (La Cleta, 2017).


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