15° Festival de Poesía en la Escuela en Jardín Maternal Piquillín y Centro Educativo Garabatos (Mendoza) por Sabrina Barrego





 ¿Leer poesía con lxs niñxs del barrio Yapeyú, en El resguardo, de Las Heras (Mendoza)?

¿Leer poesía con un grupo de niñxs que incluye desde bebés que apenas caminan y reptan a

otrxs que ya van a la escuela primaria?

Si. Leer poesía en dos espacios hermanos que reinventan todos los días la idea de lo

comunitario, mientras el afuera es cada vez deshumanizante.

Hoy por la mañana llegamos al jardín maternal Piquillín y al centro de apoyo escolar

Garabatos. Quedan en esa zona del pedemonte donde es imposible no ver que cohabitamos

con la montaña. Nos vinieron a buscar porque los taxis “se avivan” llegando al borde de la

zona urbanizada.




Llevamos Reír a mares de María Luz Malamud y la voz de su autora se mezcló con las

risas de los chicxs; la idea de un mar con los animales de la zona y de la casa, y saltaron

entre nosotros los peces más exóticos y particulares jamás vistos. Lxs niñxs traían consigo

un germen de la poesía, que no es más que el deseo de nombrarlo todo para que exista.

Alguien dibujó una gota y puso: Viva el agua. Porque en estos territorios, la lucha por el

bien común es algo de todos los días. Porque, como venimos hablando con las directoras de

los dos lugares: la poesía, como el agua deberían ser para todxs.




Con lxs más pequeñxs junto a Victoria Malamud, leímos Cartas para que la alegría de

Arnaldo Calveyra, en la edición de Mágicas Naranjas. Llevamos cascabeles, chas chas,

palos de lluvia y pajaritos de agua. Fue un momento de sonidos, onomatopeyas y sonrisas.

La cocinera del jardín nos amasó algo rico. Sospechamos que a Calveyra le hubiese

encantado. Transitar estos espacios te obliga a descolocarte, a abandonar un plan si no

resuena con el ambiente y a emprender otro. Es salir de los lugares habituales y dejarte

llevar. Es el movimiento como el agua y estar lo suficientemente blando para conmoverte.

Algo así también es la poesía. Que cambia todo, en todos lados, y es en estos momentos de

profunda honestidad y entrega donde esa frase cobra sentido.



Algo nos dijo Marina, lxs niñxs fueron lxs maestrxs y ese es el gran aprendizaje de este día.

Sólo podemos agradecer. Agradecer con palabras en la boca, en los oídos y en el corazón.

En un momento, un bebé cantaba: ¡Que llueva! ¡Que llueva! , mientras leíamos sobre la

lluvia. Fue un regalo volvernos a ligar con esa voz. A veces, como escribió Calveyra: la

palabra escrita se borra, hace como que se borra. Y al llegar la madrugada ya estará

pronta su mitad de barrilete. En esos vientos andamos.

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