De cuentos como tesoros y de la niña que supo escucharse a sí misma: Maia Morosano visita la E.T. N° 25 en el 15° Festival de Poesía en la Escuela (por Analía de la Fuente)

 De cuentos como tesoros y de la niña que supo escucharse a sí misma: Maia Morosano visita la E.T. N° 25 en el 15° Festival de Poesía en la Escuela. 14 de septiembre de 2mil23.






Es un jueves casi primaveral, el sol está espléndido acompañado por la brisa de septiembre. Toca el timbre de inicio del turno tarde en la E.T. 25. Chicas y Chicos de 2do 6ta y 2do 8va se acercan al auditorio. Hoy nos visita Maia Morosano, poeta a la que hemos estado leyendo en nuestras últimas clases. 

Maia llega muy puntual, para ella es fácil perderse, dice, tuvo que bajarse de un colectivo y subirse a un taxi porque, si no, no llegaba. Hasta en Rosario, su ciudad, se desorienta. Pero son las 13 y ella ya está en nuestra escuela, con un tomo enorme de edición única que recopila todos sus libros publicados y que ella hizo confeccionar para mayor comodidad en momentos en que comparte sus textos leyéndolos en distintos eventos, me cuenta orgullosa. Me dan ganas de tener uno, igualito, le digo. Pasamos al auditorio. Esperamos unos minutos mientras siguen llegando estudiantes. Y al rato empieza nuestro 3er encuentro de este 15° Festival de Poesía en la Escuela en esta esquina de Independencia y Jujuy, en el barrio de San Cristóbal de la ciudad de Buenos Aires. 




Para dar inicio a la actividad programada, cuento a ambos cursos sobre el Festival, presento a nuestra invitada, pido una escucha atenta, reforzando el valor de estar presentes en nuestro aquí y nuestro ahora. De inmediato Maia toma la posta. Comienza con sus inicios como lectora, nos habla de su abuela, que le recitaba poemas de memoria desde que era muy chiquita.  Recuerda a María Elena Walsh, nombra las canciones que más le gustan de la autora: “El país del no me acuerdo” y “Juan Poquito”, canciones que ama desde su niñez y que resignificó a medida que fue creciendo y entendiendo más sobre las tragedias de la historia argentina. Habla de su papá, gran lector, que le compró cuando ella tenía un año todos los libros de Julio Verne. Sí: tenía un año y una pila de libros de ficción para ella, entonces su mamá se pregunta a sí misma y le pregunta a su esposo, en aquel tiempo, 35 años atrás, que con qué objetivo su marido había comprado todos esos libros, si la nena aún apenas hablaba y no sabía leer. La respuesta, contundente, de su papá fue: “Para que vos se los leas”. Y así ocurrió. Las aventuras de Julio Verne ingresaron, una por una, en tiempo real a la vida de la beba a través de la voz materna, a través de una oralidad que iba generando un vínculo férreo entre ella y la palabra, cuando sale de los cuerpos, se nos aparece con toda su singularidad, con su cadencia única, evanescente, para dejar sus ecos en nuestra memoria. También supimos que su libro favorito de Verne es 20000 leguas de viaje submarino y que ama profundamente al capitán Nemo y a su Nautilus. Tenemos libros de Verne en nuestra biblio, se me ocurre comentar como para que lxs chicxs presentes puedan vivenciar la lectura del clásico en una experiencia directa.




Luego Maia enumera otros autores que la apasionaron y Kevin Suárez de 2do 8va se anima a levantar la mano y preguntar en qué momento ella escribió por primera vez. Nos enteramos de la existencia de “Unicornia”, nombre de un personaje y un cuento que Maia creó a sus 8 años para participar en un concurso literario de su escuela, pese a la advertencia de su seño quien le había propuesto cambiar el título a “Unicornio”, dado que la razón le indicaba, muy seriamente, que las unicornias “no existen ni van a existir”. En tercer grado, la alumna sostuvo el género de su personaje, obvió la sugerencia y se aferró a esa desinencia como si en ella radicara algo de su identidad como pequeña autora, consciente de que no sería lo mismo lo que había creado y escrito sin esa –a tan poco pronunciada (inexistente incluso) en los cuentos de hadas. Y no le fue nada mal: ganó el concurso. Ese hito constituye el puntapié de una decisión precoz: la niña ya sabía que quería ser escritora.  

También Rodrigo González de 2do 6ta alza su mano para intervenir y le pregunta si la poesía, la escritura en general, y todas las artes, no son de algún modo expresiones del egocentrismo del artista, que busca reconocimiento. Maia se queda pensando unos segundos y focaliza su respuesta en el compartir de todo arte. Nos relata su experiencia ante pinturas, canciones, museos y obras de teatro, alude a la independencia que las obras de arte tienen respecto de sus autores una vez que son lanzadas al mundo como necesidad expresiva que siempre busca a les otres. “Además, fíjate, yo ahora estoy acá con ustedes compartiendo esta charla sobre poesía y podría estar en mi casa tomando mate, pero no, estoy acá y me encanta, la estoy pasando bárbaro”, agrega espontánea. Y mientras desarrolla su respuesta recuerda su infancia y la pérdida de su abuelo que la llenaba de cuentos. Ante el fallecimiento del ser amado, se le aparece una pregunta vital. Quién va a contarme los cuentos ahora que el abuelo ya no está, y transmite esa inquietud a su papá. Vos misma, le responde don Morosano, lúcido, directo, preciso. Y como con la lectura en voz alta de Verne, aquí también, la palabra del padre augura el porvenir. Porque Maia empieza a escribir historias, entre las cuales está la de Unicornia. Por eso, piensa Maia en voz alta, atando cabos ante el auditorio, quien escribe no escribe para sí, escribe para otres. Siempre. La poesía es un modo de dar: “Fíjense cómo la obra trasciende: a siglos de la muerte del autor, por ejemplo, hoy seguimos leyendo a Shakespeare”, “Yo le debo a mi abuelo y a la respuesta de mi papá la escritura, mi escritura nace de compartir”. 

Entre una cosa y otra surge que ella es de Rosario, que estudió Letras, que es hincha de Newell´s, y que su bisabuelo fue uno de los primeros old boys y que metió 3 de los 5 goles del superclásico en 1941. Enseguida, Mateo Ríos de 2do 8va le pregunta si tiene un poema dedicado a Newell’s, y sí, lo tiene, bien resguardado en el grueso libro que conforma su antología personal y nos lo lee. Aparecen Messi, Maradona y muchos otros jugadores y momentos de su club. Disfrutamos la escucha. Qué otro club tuvo a los dos más grandes, les pregunta Maia a lxs chicxs, en su veta más apasionada. 

Más tarde, Alan Pedrido, del mismo curso, le pregunta si hay un poema suyo que sea su preferido y a la poeta le cuesta elegir, pero se decide por uno que dedicó a su mejor amigo, el escritor Leandro Gabilondo y nos lo lee. Evoca también otro que le dedica al tío Alan, un personaje de su novela La puerta, que ella quiere muchísimo. Y hace algún comentario alusivo a los afectos que muchas veces genera en les lectores la ficción.

Más tarde, Lautaro Garay le consulta si tiene algún poema que esté enfocado sobre una ruptura amorosa. “No tengo un poema, tengo un libro”, le responde y se ríe, “un libro entero”, y nos lee una serie de poemas del libro Con el amor no alcanza. El auditorio la sigue en silencio, se emociona, capta algo sobre la profundidad de los versos que ella transmite prístinamente a través de su oralidad fabulosa. Al día siguiente, entre los comentarios sobre la reunión, varixs estudiantes van a destacar el encanto de su voz, de su modo de decir, de su palabra en vivo tan hermana de la música. Brianny Becerra dice, un día después, en el aula de 2do 8va: “lo que más me gustó de la reunión fue su voz, que nos leyera”, y Antony Araujo, entusiasmado y todavía sorprendido: “profe, ¿escuchaste cómo leía?¡ella leía y yo estaba ahí, en sus palabras!¡no podía irme a otro lado, me quedaba ahí!”. 

Conversamos también sobre el proceso de corrección de los textos (un día las cacofonías, esos sonidos molestos, otro día las repeticiones inintencionadas, y así… paso a paso, asunto por asunto con extremo cuidado), pensamos sobre la página en blanco y sobre los caminos posibles para desbloquear la escritura (ver teatro, ir a ver muestras de arte…). Y, además, nuestra invitada destaca la posibilidad de pensar en la percusión que puede acompañar la escritura y la lectura de algunos poemas.  “No hace falta saber de música, cuando hablamos ya hay una música en lo que decimos, toda la música que escuchamos desde chicos ya está en nosotros”, agrega para alentarnos a atender esa musicalidad que traen las palabras de nuestra lengua madre. 

Avanzamos en un tiempo propio y colectivo (no apurado, diría María Elena) que pasó raudo, compartiendo éstas y muchas otras cosas que habitan los espacios de la poesía y el camino de la escritura. 

Para finalizar la jornada, dedicamos unos minutos a la producción escrita de les estudiantes. Maia nos propone 4 consignas para que cada une elija la que prefiera:

 

*escribir un poema usando solamente sustantivos

*escribir un poema siguiendo un pulso (una percusión) que estemos sintiendo internamente.

*escribir un poema usando dos versos de una canción que nos guste mucho, o

*elegir una palabra que será el título del poema, para luego escribir un poema de sentido contrario al significado de la palabra elegida.

 

Manos a la obra, biromes y cuadernos o celulares en mano, empieza el momento de volcar las palabras en un espacio físico, tangible o virtual. Varixs estudiantes terminan sus textos. Yamilé Medina de 2do 6ta lee el suyo en voz alta, “Nostalgia”: 


Se fue, se marchó, y la nostalgia es lo mejor

No está y está

Me abraza y se va

Pero no, no voy a llorar

Río de felicidad

Como el Amazonas al despertar 

Y los pájaros empiezan a cantar


El lugar en el que está es mejor que la batalla   

  


Los 80 minutos del encuentro son sustanciosos. Suena el timbre del recreo, nos quedamos para tomarnos una foto juntes. Algunxs estudiantes se acercan a Maia para comentarle algo, hacerle alguna pregunta o pedirle su firma y una dedicatoria. De inmediato me llegan al celular textos de varixs estudiantes que quedaron entusiasmadxs con el encuentro y con lo que ellxs mismxs produjeron. El primero en llegar fue “Desesperación” de Camila Camero, alumna de 2do 6ta:


Me desespera ver que el sol sale y mis lágrimas ya no mojan mi desierto. Me desespero al notar que soy viento, montaña y océano que baila en mi cara y aclara mis deseos.


El encuentro nos deja muchas emociones y ganas de seguir escribiendo, de seguir escuchándonos, de atender ese lazo sutil que une las palabras a las historias escondidas en las cosas, y las cosas al ritmo delicado y empático de la poesía. 


Comentarios