POÉTICAS DEL AGUA Y DE LA UNIVERSIDAD PÚBLICA (por Luciana Mellado) (CHUBUT)

 POÉTICAS DEL AGUA Y DE LA UNIVERSIDAD PÚBLICA (por Tani Mellado)




Cae una lluvia fina. Hace una semana la ciudad en la que vivo, Comodoro Rivadavia, se partió al medio. La ruta nacional número 3 colapsó y el tránsito entre la zona norte y la zona sur de la ciudad quedó interrumpido. Los caminos alternativos, pocos y en mal estado, fueron y siguen siendo una solución precaria al problema.
Los estudiantes que viven en la zona sur no la tienen fácil para llegar a la Universidad, que está ubicada en la zona norte. Por eso muchas materias optaron por acudir, en este contexto de urgencia, a las clases virtuales. También lo hice al principio, pero con mis estudiantes de la cátedra Literatura Patagónica acordamos que hoy tendríamos una clase presencial, que necesitábamos pedagógica y humanamente.



Hoy que sigue la ruta cortada, que anunciaron alerta amarilla por precipitaciones, que nadie sabe bien cuándo se arreglará el trazado vial y una vida social precarizada de tantas formas, decidimos reunirnos y compartir las grabaciones de unos podcasts hablando de literatura, del genocidio fueguino, de las miradas imperiales sobre la Patagonia. Y decidimos también sumarnos al Festival de Poesía en la Escuela, proyecto coordinado por Marisa Negri y Alejandra Correa, que este año nos convoca en torno a “La poética del agua”.
Con un compartir mediante, con delicias dulces, caseras, los infaltables mates y los cafecitos que se inauguran en el aula, leímos. Leímos en voz alta, en voz baja, para unx mismx y para lxs otros, para encontrar una zona en común, una lengua en común para el amparo. La Universidad pública es también ese espacio irrenunciable de lo comunitario.
Leímos tratando de afinar la escucha activa de textos escritos por poetas del sur que cantaban o encantaban algunas de las múltiples formas del agua.



Leímos a Liliana Ancalao, y alguien escuchó - porque de eso también se trata leer - que huele bien la tierra después del aguacero. Leímos a Raúl Orlando Artola. Lo escuchamos decir que la forma del engaño más bella de la poesía es “la única que el corazón tolera /en un día de lluvia en que todo / parece sin razón ni sentido”. Leímos poemas de Liliana Campazzo. Escuchamos sus versos escritos sobre el vapor de la ventana de su cocina, palabras sobre el vidrio ahumado. Leímos a Graciela Cros. La escuchamos. Susurró rebeldías a una geisha que miraba nevar por la ventana. Leímos a Nino Fritz. Lo escuchamos. Reveló que “en el interior del cerebro / también llueve”. Leímos a Rafa Urretabizkaya. Lo escuchamos. Nos contó que un pez hizo un nido en el árbol que se reflejaba en un lago. Leímos a Anahí Lazzaroni. La escuchamos. Nos refirió tribulaciones de escritura, en un día en que “llovió toda la santísima tarde / pero el día ha sido claro”. Leímos a Juan Carlos Moisés. Escuchamos el vuelo de los flamencos en la laguna y los pasos del poeta acercándose a la orilla lo más que pudo. Escuchamos a Luisa Peluffo que nos señaló “un mar quieto que llaman desierto”. Escuchamos a Mochi Leite que nos enseñó a hacer un barco y el mar.




Hacer una clase (que no es lo mismo que darla) también es proponer una poética del agua como forma de la transfiguración constante. Agüita para la sed, agüita para no secarnos el pensamiento ni el corazón.
Cierro esta humilde crónica con los versos de Mochi Leite, que estuvo alguna vez en esta cátedra y nos leyó con indeleble emoción este poema
Cómo hacer un barco
Arranque sus costillas
y esternón, construya las cuadernas,
ponga su alma
de mascarón de proa,
extienda sus ganas
como velas,
gane el viento
que le deben
y llore, luche, ame,
mate, llore, luche,
hasta hacer el mar.

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