Volver al reino: 15 Festival de Poesía en la Escuela en la escuela Bases N° 146 de Paraná (por Kevin Jones)



Con el primer grupo nos sentamos las dos al medio, y desgranamos el poema verso por verso. ¿Hace cuánto que murió tu papá? Sacamos la cuenta, explicamos una historia familiar abierta por Marisa en la escritura de Nautilus que hace metáfora con su propia historia de vida, y acumula sobre sí numerosas capas de sentido. 

"Monte y río devoraban la madera / mi padre en el lecho del agua / soñaba casas de árbol botes plegables / muelles que escalaran las casuarinas". 




No es momento del misterio, sino de una explicación clara que conduce al sentido de la mano ante nuestros ojos. El papá de Marisa fue cremado, y sus cenizas esparcidas sobre el río que cruzaba la casa donde él y su familia pasaban algún verano, algún invierno. Muelles que escalen casuarinas sueña el espíritu de su padre, éstas son árboles muy altos. Todo, quien más quien menos, se animan a pronosticar significados, entender qué se cuenta en esa estrofa y con mis dedos señalo donde están los versos que cifran esas historias. Este es un momento valioso en la vida del taller: estamos teniendo una conversación franca sobre un poema que nos habla, como trasfondo, acerca de las herencias, las infancias y las muertes. Como no son ajenos a ello, los niños se involucran en la conversación y oyen con una atención diferente a otros diálogos que hemos tenido.





"Yo no vivía en mí / ni cerca de mí / ni dueña de mí". 

Marisa heredó aquella casa, aunque por años la dejó seguir siendo devorada por el tiempo hasta darse cuenta era ese el sitio donde quería vivir. Sin embargo, y la pregunta se repite luego con el otro grupo también, ¿cómo es posible alejarnos de nosotros mismos? ¿Cómo alguien puede estar lejos de sí mismo? Los chicos ensayan posibilidades en voz alta y encontramos a verso siguiente otra pista: "protegía la cría hilvanaba collares". ¿Usted tiene hijos? Sí... ¿Y cuántos años tenían entonces?



Hay distintos modos de entrar a un poema. El salto al vacío, el ojo curioso, la carcajada y la solemnidad. Pero también el arrebato, la puesta en voz, la fotocopia, el recitado. Incluso el dictado, los manuales, el robo, los escondites. Sin embargo, entre esas numerosas escenas de pasaje, toma y captura de ese sitial ungido de forma y sonido que es el poema también existe la intimidad privilegiada del autor, su amistad, su conocimiento. Su voz ahora ya lejana a la autoridad semántica sobre el texto, como si fuese un guardián último de su sentido, pero que ahora en la escuela se nos presenta como una posibilidad de aprendizaje y entendimiento sobre la textura de la escritura que se nos presenta. En el aula, el poeta nos abre los camarines del poema.



Avanzamos de a poco, conscientes tallerista y poeta del extrañamiento de la lengua poética que estamos manejando y conscientes también del valor de la conversación sostenida. Llegamos así a la estrofa final, joya de la corona sobre la que se vertebrará el taller de hoy:

un día regresé del exilio
para volver al reino

El poema tres de Nautilus (La Gran Nilson, 2023) que acabamos de leer hace de corazón al poemario y dota a todo el breve libro de sentido y convicción. A la vez, la gracia de esos versos finales radica en que, aunque tocados por la explicación, continúan ejerciendo su poder sobre nosotros. ¿A qué reino volverían ustedes? ¿Cómo creen habrá sido el momento del regreso?




No son preguntas del todo retóricas, son las consignas de hoy en nuestro taller de poesía y sobre ellas fotocopias, papel glasé, lápices de colores y acuarelas en mano operamos el resto de la hora. Hemos querido envolver la visita de la autora con el protagonismo del poema, con lo que esa pieza dice de ella y su obra y enseguida aparecen fotos de las islas, el dibujo de su casa sobre el pizarrón y la explicación acerca de qué es un exilio, qué los palafitos, la lancha almacenera y la colectiva. Nautilus habla sobre la vida del delta de Marisa, pero también la crianza de sus hijos, su terquedad para hilvanar collares y la marginalidad de todos quienes hemos sido exiliados. Cuando elegimos cuerpos de textos para llevar a un taller, un aula, un grado, un contexto estamos intentando encontrar pasajes de sentido que nos permitan encontrarnos con personas que no conocemos, historias que ignoramos y vidas que hemos decidido acompañar en nuestros límites y posibilidades.






¿Qué comparto hoy con este poema y esta visita? ¿Qué aula abro a través del poema? Cada grupo cierra su encuentro con la lectura de La voz del ciervo (La Ballesta Magnífica / Ediciones del aromo, 2022) acompañada por el tierno relato de Marisa acerca de los orígenes de ese poema y las últimas noticias recibidas por sus ojos estos días acerca de los ciervos de los pantanos. Aquí la escucha se densifica y las manos se aquietan luego de haber poblado las copias de Nautilus de casas, castillos, cielos y celulares que representan reinos posibles atravesados por la grafía infantil: "Una casa arriba del agua brilla como el sol y el mar"; "Había una vez una mujer que se llamaba Marisa Negri que vino desde Buenos Aires para visitarnos en la escuela 146 y vive en una isla que para viajar para Paraná tuvo que venir en lancha"; "Se trata que el hombre siempre estaba acostado", "Un castillo. Queda en un prado. Es un castillo muy protegido", y así hasta el cansancio abierto por la intensidad de los niños para estar presentes en la escuela, pedir por nosotros, llamarnos la atención, reclamar sentido a su alrededor.
Ni el festejo ni la visita ni el taller necesitan correrse de la enseñanza. Volver a educar, volver al reino. Son días en que incesante nos recorre la pregunta acerca de cuánto nos puede ser quitado, qué nos pertenece, qué hemos naturalizado, qué podríamos perder. Nos debatimos entre el elogio y la crítica a las precarias y magníficas construcciones de la escena pública con que hemos ido trazando nuestras biografías y territorios. Volver a educar puede ser, desde luego, uno de nuestros modos de retornar al reino.

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